
Hace un año, cerca del Día de la Madre, les comenté la historia de Jéssica; una madre cocinera de 23 años, con dos hijos y un marido agresor que se rehusa a ayudarla con la educación de sus hijos negándole pagar los 60 mil colones que la ley le exige por pensión. Ella es una madre, que si bien no planeó su embarazo a los 16 años, da su alma, vida y corazón por el bienestar de sus hijos.
Sin lugar a dudas, Madre, sólo hay una. Todos la hemos tenido. Hay Madres trabajadoras, Madres amas de casa, Madres estudiantes, Madres adolescentes, Madres jóvenes, Madres mayores, Madres exigentes, Madres relajadas, Madres empunchadas, Madres agotadas, Madres amadas, Madres agredidas, Madres felices, Madres tristes y la lista podría seguir; pero a todas ellas, a quienes las une los hijos de su propia sangre, también la sigue la Madre por Convicción.
Es aquella mujer que, sin poder experimentar la sensación de sentir como un ser humano crece mes a mes dentro de su pancita; ansía con todo su corazón sostener en sus brazos una nueva criatura tan inocente y pura que llena de sonrisas hasta el corazón más duro.
Aquella mujer que no para de rezarle a Dios obtener la oportunidad de dar ese amor a un bebé, en un hogar que será ajeno al propio, pero lleno de esperanza y oportunidades para el futuro.
No puedo evitar pensar que ellas también son Madres. Son Madres en su mente y corazón. No sólo aquellas que biológicamente lo son, si no las que su deseo las convierte en seres especiales, guías para los pequeños. Serán las que tendrán oportunidad de enseñarles a decir "mamá", de regañarlos cuando sea necesario, de consentirlos cuando lo sientan, de cuidarlos cuando estén enfermos, de ayudarles a estudiar cuando les cueste la materia, de sentirse orgullosa cuando se gradúen, de preocuparse cuando tengan su primer novio o novia, de llorar cuando se casen. Ellas serán.
A todas ellas, les llegará la oportunidad de convertirse en su mejor versión de ser humano.
Para vos, Naty, y para todas ustedes. ¡Feliz Día de la Madre!